Wednesday, April 30, 2008
No sé qué es más terrible... Que algo así exista o que a la empleada que trabaja en casa se lo hayan dado por la calle y haya pensado en mi.
Thursday, April 24, 2008
Friday, April 18, 2008
¿Problemas en el paraíso?
Cuando mi hermano se casó con una cordobeza, mi mayor miedo fue que se fueran a vivir allá. Esto no ocurrió. Sin embargo, la vida se encarga de materializar nuestros peores temores de maneras insospechadas.
Vos, que te cambiaba la voz cuando te enterabas que era yo del otro lado del teléfono. Vos, que me cantaste "Tranquila, amor. Tranquila..." al oído. Vos, que me mostraste tus fotos de chiquito y todas tus entradas de recitales como pequeños tesoros. Vos, que te jactabas de saber mucho de peces. Vos, te vas a córdoba.
Oscilando entre la alegría de un encuentro próximo y saber de tu partida, me tragué la angustia. Al día siguiente, se hizo insostenible. Son esos momentos en los que uno piensa que nada en la vida esta bien, ni va a volver a estarlo. Son esos momentos en los que se quiere dejar todo y cambiar el rumbo radicalmente. La angustia invade todo el cuerpo, llenandolo de ese "dolor" generalizado que solo puede ser curado con un abrazo. Las lágrimas mojan los ojos, pero no salen. Se respira hondo. Las lágrimas y la angustia retroceden por un momento. El cerebro dice "prohibido llorar". La angustia sigue creciendo adentro. Uno entiende que hasta que no se llore no se va a ir. Intentos absurdos de programar el llanto. Una canción aparece en mi cabeza. La busco, la escucho. Faltan 15 minutos para salir rumbo a la facultad. Pienso que ahí habrá alguien dispuesto a abrazarme y calmar mi angustia, eso tal vez evitará el llanto. Se mojan los ojos. El cerebro dice "nonononononono". Las lágrimas recorren el rostro. Se intentan secar con las manos, pero solo se consigue empapar las manos y las lágrimas siguen cayendo. Se piensan miles de cosas absurdas. Se llegan a pronunciar algunas palabras. La situación es caótica, límite, similar a lo que muchos llaman "a moco tendido". Se abraza el propio cuerpo, se tapa la cara. Ya no importa la facultad, no importan las obligaciones. Es momento de sacar la angustia. Se siente la soledad envolviendo el ambiente. Se siguen pensando miles de cosas. De pronto se siente sobre la cara, la sensación de las lágrimas secas. Se respira hondo, hay una sensacación de liviandad. Hoy será un día largo y difícil, pero al menos, la angustia ya está afuera. Se lava la cara y lentamente se juntan energias, fuerzas para salir a la calle. La gente mira, uno sabe que tiene la angustia sobre la cara como una careta. Se alegra de que todos sean desconocidos y no tener que explicar. Se llega un lugar al que se suele acudir.
Ella, que me dice "amor" y siempre es simpática conmigo, me atiende. Ve mi uñas, pregunta. Le gustan. Cuento brevemente, pido lo que he venido a buscar. Trato de no hacer contacto visual porque sé que mi cara delata la situación interior. Ella me mira, siento su mirada. Mis ojos se encuentran con los suyos. Ella dice: "Bien?". No puedo mentir. Me limito a decir que no estoy del todo bien con algunos gestos y movimientos que me dan tiempo a contener las lágrimas que se vuelven a asomar. Ella hace cara de preocupación. A mi me enternece. Lamentablemente, nada que ella, ni nadie haga podrían hacer desaparecer la realidad en la que me veo atrapada. Me siento como el culo, tengo la leve esperanza de que en algún momento pasará. Ella tarda en volver con lo que tiene que darme. Se para frente a mi y bajo mis ojos deja un caramelo. Para que te sientas mejor, dice. Sonrío avergonzada, agradezco, me despido. Mientras me alejo, sonrío nuevamente. Esta vez es absolutamente genuino. Es la sonrisa producida por una caricia al corazón. Mientras camino por la calle pienso "Ahí está el abrazo que necesitaba".
Cuando mi hermano se casó con una cordobeza, mi mayor miedo fue que se fueran a vivir allá. Esto no ocurrió. Sin embargo, la vida se encarga de materializar nuestros peores temores de maneras insospechadas.
Vos, que te cambiaba la voz cuando te enterabas que era yo del otro lado del teléfono. Vos, que me cantaste "Tranquila, amor. Tranquila..." al oído. Vos, que me mostraste tus fotos de chiquito y todas tus entradas de recitales como pequeños tesoros. Vos, que te jactabas de saber mucho de peces. Vos, te vas a córdoba.
Oscilando entre la alegría de un encuentro próximo y saber de tu partida, me tragué la angustia. Al día siguiente, se hizo insostenible. Son esos momentos en los que uno piensa que nada en la vida esta bien, ni va a volver a estarlo. Son esos momentos en los que se quiere dejar todo y cambiar el rumbo radicalmente. La angustia invade todo el cuerpo, llenandolo de ese "dolor" generalizado que solo puede ser curado con un abrazo. Las lágrimas mojan los ojos, pero no salen. Se respira hondo. Las lágrimas y la angustia retroceden por un momento. El cerebro dice "prohibido llorar". La angustia sigue creciendo adentro. Uno entiende que hasta que no se llore no se va a ir. Intentos absurdos de programar el llanto. Una canción aparece en mi cabeza. La busco, la escucho. Faltan 15 minutos para salir rumbo a la facultad. Pienso que ahí habrá alguien dispuesto a abrazarme y calmar mi angustia, eso tal vez evitará el llanto. Se mojan los ojos. El cerebro dice "nonononononono". Las lágrimas recorren el rostro. Se intentan secar con las manos, pero solo se consigue empapar las manos y las lágrimas siguen cayendo. Se piensan miles de cosas absurdas. Se llegan a pronunciar algunas palabras. La situación es caótica, límite, similar a lo que muchos llaman "a moco tendido". Se abraza el propio cuerpo, se tapa la cara. Ya no importa la facultad, no importan las obligaciones. Es momento de sacar la angustia. Se siente la soledad envolviendo el ambiente. Se siguen pensando miles de cosas. De pronto se siente sobre la cara, la sensación de las lágrimas secas. Se respira hondo, hay una sensacación de liviandad. Hoy será un día largo y difícil, pero al menos, la angustia ya está afuera. Se lava la cara y lentamente se juntan energias, fuerzas para salir a la calle. La gente mira, uno sabe que tiene la angustia sobre la cara como una careta. Se alegra de que todos sean desconocidos y no tener que explicar. Se llega un lugar al que se suele acudir.
Ella, que me dice "amor" y siempre es simpática conmigo, me atiende. Ve mi uñas, pregunta. Le gustan. Cuento brevemente, pido lo que he venido a buscar. Trato de no hacer contacto visual porque sé que mi cara delata la situación interior. Ella me mira, siento su mirada. Mis ojos se encuentran con los suyos. Ella dice: "Bien?". No puedo mentir. Me limito a decir que no estoy del todo bien con algunos gestos y movimientos que me dan tiempo a contener las lágrimas que se vuelven a asomar. Ella hace cara de preocupación. A mi me enternece. Lamentablemente, nada que ella, ni nadie haga podrían hacer desaparecer la realidad en la que me veo atrapada. Me siento como el culo, tengo la leve esperanza de que en algún momento pasará. Ella tarda en volver con lo que tiene que darme. Se para frente a mi y bajo mis ojos deja un caramelo. Para que te sientas mejor, dice. Sonrío avergonzada, agradezco, me despido. Mientras me alejo, sonrío nuevamente. Esta vez es absolutamente genuino. Es la sonrisa producida por una caricia al corazón. Mientras camino por la calle pienso "Ahí está el abrazo que necesitaba".
Thursday, April 17, 2008
Wednesday, April 16, 2008
Monday, April 14, 2008
Tesoros tercermundistas.
Mi hermano viajó a bolivia tiempo atrás. Entre fotos coloridas y anécdotas que retrataban una realidad muy distinta, me habló del gas. El gas es un bien tan preciado en bolivia, que las familias se mueven con su garrafa. La llevan de lado a lado cuando se trasladan.
Hoy me sentí en bolivia. En la facultad de arquitectura diseño y urbanismo, los bancos son un bien sumamente preciado. Hay que recorrer los pisos para encontrar alguno libre, a veces incluso ir a un piso distinto. A veces ocurre que encontrás un aula totalmente vacía, sin alumnos y muchos bancos sobre las mesas. Es como encontrar un reservorio de petróleo, una mina de oro. Podes elegir alguno que no baile cuando te sentás.
Una vez conseguido el banco, se emprende el camino de regreso al aula. Eso, si no te para algún profesor diciendote que no te lo lleves, como si fueras un ratero esquivo que aprovecha el descuido para hacerse un pequeño botín.
Y aquí comienza la preocupación. Porque mientras uno esta sobre su banco, la vida es fácil y cómoda. Sin embargo, cada vez que despegás la cola medio milímetro, ya empezas a perseguirte con que alguien te lo puede sacar. No te alejas ni dos pasos sin apoyarle algo encima o pedirle a alguien que te lo cuide. No importan tu carpeta o celular ni tu billetera. Solo importa que tu banco este ahí cuando vuelvas. Incluso, uno siente alivio cuando se va acercando a su lugar y el banco está ahi, con tu cartucherita encima, bajo la vigilancia de algún compañero. Cuando hay que trasladarse en el aula o nos juntamos en algún lugar del aula para corregir trabajos, uno toma su cuadernito una lapicera y el banco. Se lo traslada hacia todos los lugares dentro del aula donde se vaya, abriendose camino entre la gente porque, claro, es el bien más preciado dentro de la facultad.
Mi hermano viajó a bolivia tiempo atrás. Entre fotos coloridas y anécdotas que retrataban una realidad muy distinta, me habló del gas. El gas es un bien tan preciado en bolivia, que las familias se mueven con su garrafa. La llevan de lado a lado cuando se trasladan.
Hoy me sentí en bolivia. En la facultad de arquitectura diseño y urbanismo, los bancos son un bien sumamente preciado. Hay que recorrer los pisos para encontrar alguno libre, a veces incluso ir a un piso distinto. A veces ocurre que encontrás un aula totalmente vacía, sin alumnos y muchos bancos sobre las mesas. Es como encontrar un reservorio de petróleo, una mina de oro. Podes elegir alguno que no baile cuando te sentás.
Una vez conseguido el banco, se emprende el camino de regreso al aula. Eso, si no te para algún profesor diciendote que no te lo lleves, como si fueras un ratero esquivo que aprovecha el descuido para hacerse un pequeño botín.
Y aquí comienza la preocupación. Porque mientras uno esta sobre su banco, la vida es fácil y cómoda. Sin embargo, cada vez que despegás la cola medio milímetro, ya empezas a perseguirte con que alguien te lo puede sacar. No te alejas ni dos pasos sin apoyarle algo encima o pedirle a alguien que te lo cuide. No importan tu carpeta o celular ni tu billetera. Solo importa que tu banco este ahí cuando vuelvas. Incluso, uno siente alivio cuando se va acercando a su lugar y el banco está ahi, con tu cartucherita encima, bajo la vigilancia de algún compañero. Cuando hay que trasladarse en el aula o nos juntamos en algún lugar del aula para corregir trabajos, uno toma su cuadernito una lapicera y el banco. Se lo traslada hacia todos los lugares dentro del aula donde se vaya, abriendose camino entre la gente porque, claro, es el bien más preciado dentro de la facultad.